15 de febrero de 2007

Romance de la viuda enamorada
























Siempre pegada a tu muro y al filo de tus almenas; siempre rondando el castillo de tu amor; siempre sedienta de una sed mala y amarga de desengaño y arena.

Por que te querré tanto? Por que viniste a mi senda? Quien hizo brillar tus ojos en la noche de mi pena? Que lluvia de mal cariño quiso convertirme en hiedra, que va creciendo y creciendo pegada a tu primavera?

Ay, que montaña de amor tengo sobre mi cabeza! Ay, que río de suspiros pasa y pasa por mi lengua!

Yo estaba en mis campos hondos, allí en Castilla la Vieja durmiéndome entre molinos y coplas rubias de siega, y era mi vida una noria monótona y polvorienta. Mis hijos venían del campo, con sus camisas abiertas, y en el pulso de sus hombros reclinaba mi cabeza.

Así, un día y otro día, allí en Castilla la Vieja... Una tarde (por los nardos subía la primavera) Una tarde, vi tu sombra que venia por la senda dentro de un traje de pana, tres vueltas de faja negra y una voz dura y redonda lo mismo que una pulsera.

Buenas tardes, Hay trabajo? ~Si~ te dije toda llena de un escalofrió lento que me sacudió las venas y me quito de encima diez anos de vida muerta, bordando en mi enagua oscura una rosa dulce y tierna. ~Esta bien fueron tus gracias y, doblando la chaqueta te sentaste a mi lado en el borde de la senda.

Vive este amor de silencio y entre silencio se quema, en una angustia de horas y en un siglo de puertas. El pueblo ya lo murmura en una copla que rueda todo el día por el campo y de noche en la taberna.

Dicen que si soy viuda y sacan el muerto a cuentas; dicen que si por mis hijos me debía dar vergüenza... Dicen, tantas cosas, tantas, que las paredes se llenan de vidrios y maldiciones y hasta a veces de blasfemias.

Mi hijo el mayor (viente años, dulce y moreno), con pena me hablo esta manaña: ~Madre, ese traje no te sienta, ni esas flores, ni ese pelo, ni ese pañuelo de hierbas... Yo no me atrevi a mirarlo, y me senti muy pequeña, como si fuese mi madre la que hablandome estuviera.

Por nosotros, tu no debes vestirte de esa manera... Ay, por vosotros! Os di todo el trigo de mi era; todavía de vosotros mi cintura tiene huellas. Sangre mía que anda y vive y a mi me va haciendo vieja!

Pero es que yo no tengo derecho a querer? Que ciega ley me prohibe que al sol deje mis rosas abiertas? Y que me mire al espejo, y que me vista de fiesta, y que en mi jardin antiguo florezca la primavera? Quiero y quiero! Quiero y quiero! Están en flor mis macetas; diez ruiseñores heridos cantan amor en mis venas, y me duele la garganta y esta mi voz hecha piedra de tanto decir: "Te quiero como a ninguno quisiera!

Ay, que montaña de amor tengo sobre la cabeza! Ay, que río de suspiros pasa y pasa por mi lengua! Canten, hablen, cuenten, digan; pueblo, niños, hombres, viejas... Que yo de tanto quererle ni se si estoy viva o muerta!

Rafael de Leon

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso.

Anónimo dijo...

hola no t conozco ,he dado con tu bolg porq estaba buscando fotos , pero si me permites as escrito una poesia preciosa, q te balla bien , salu2, bye

Anónimo dijo...

es lo mas hermozo, que se ha escrito, y que he leido en toda la mitad de mi vida... aun me queda mucho por leer.chao